Cosas que aprendí en el taller de Vero.

Cuando me mudé a Trenque Lauquen, pensé que mi vida sería como la de Heidi en La Pradera. Y aunque se parece mucho más que cuando vivía en la ciudad, una parte de ese caos aún habita conmigo.

En uno de esos arranques de nuevas actividades, empecé clases en un taller de cerámica. Sinceramente, lo subestimé tanto, pero tanto... Ir al taller de Vero se ha convertido en una de mis actividades favoritas. Ansío los martes de cerámica tanto como mi café matutino.

Ahora, ser “ceramista” me parece que trae lindos aprendizajes que quiero compartirte. Capaz los sepas, capaz no. Yo me saco la espina de contártelos.

Aquí va Doña Listas:

No todo lo puedes controlar.

Hay veces que quiero dar una de mis piezas como regalo de cumpleaños, pero ¡qué ingenuidad! A la arcilla no le importa tanto el nacimiento de alguien como me importa a mí. Si está blanda, si está dura, si le falta, si hay humedad o si —casi— lo que sea... no puedes hacer nada. Tendrás que bajar la guardia y esperar. A d a p t a r t e.

Forzar puede romper.

¿Cuántas piezas he roto ya? Mínimo cuatro. Y se debe a esa manía humana de forzar. De apurarse. Calma: lento pero seguro.

Tener una gran idea no garantiza tener un gran resultado.

Cuántas piezas, en mi cabeza, son “mi mejor pieza” y cuando las veo… son un mamotreto. Aunque lindo, un tanto terrible.

Dar oportunidad, a todas las oportunidades.

Mis mejores piezas no son las que en mi cabeza eran “mi mejor pieza” de hecho eran más un “¿que irá a salir de esto?”

A veces, de lejos, se ve mejor.

Esta es una de mis filosofías de vida, y con la cerámica lo confirmé. En ocasiones, si estamos demasiado cerca, se nos dificulta reconocer las imperfecciones. Aléjate para conocer nuevas perspectivas.

No siempre otras manos arruinan el caldo.

Alguien puede ver cosas que no ves, y su opinión puede ayudarte a crecer… perdón, a mejorar tu pieza.

En la perfección no siempre hay belleza.

¡Santa Cachucha! He visto piezas que parecen perfectas, pero siempre encuentro algo mágico en la arcilla torcida.

Lo que disfrutas, te despeluca (o te ensucia).

Yo, a las 21 h de cada martes, tengo las alpargatas cochinas y el pelo despelucado. Si no, es porque no fui a cerámica.

¿Volver a empezar? Idea genial.

Empezar una y otra vez siempre es válido. Nunca saldrá igual, pero sí —casi siempre— saldrá mejor.

En el camino vas ganando herramientas.

Cada pieza necesita herramientas y maniobras distintas. Como en el Mario, vas obteniendo aprendizajes. Ve sin apuro, para poder identificarlos.

Y bueno, obvio: si charlas y tomas mate, las piezas quedan mejor.

Esta no tiene explicación. Simplemente es así.

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Un texto de Estefanía González | @estefaniag16

Mención especial al taller de Vero | @ceramica_klei

Gracias por enseñarme a amar este arte.

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